Por tercera vez, y seguro que no la última, el viernes 24 de mayo la sala El Veintiuno recibía en su escenario a la artista Georgina, que regresaba en formato acústico para presentar su nuevo trabajo Bienvenido a mi habitación. Un repertorio en el que recupera temas viejos y cuenta con siete nuevas canciones, y en el que presenta una evolución tanto personal como musical acercándose a sus raíces.
Antes de esto, como artista invitado y telonero, pudimos descubrir a un talentoso y desconocido Hernán Mazziotti de voz rasgada, que junto a su piano fue muy apropiado para calentar el terreno.
El show de Georgina arrancaba con el tema que da título al disco, Bienvenido a mi habitación, y con ella enfundada solamente con su guitarra y una gran sonrisa. No hizo falta más para que entre el público se empezara a corear la canción, la primera de muchas, que denotaba la admiración por la artista de los ahí presentes.
A continuación sonaban: Nunca más, canción muy conocida de su etapa con Tisuby y compuesta en Venezuela cuando tenía tan solo 19 años; Me enamoré en la que en su presentación arrancaba más de una carcajada o Canciones perdidas, tocada y cantada a modo de ranchera. En cada tema Georgina hablaba de sus vivencias y el porqué de esas letras, consiguiendo una cercanía cada vez mayor con el público. El concierto se estaba transformando poco a poco en algo así como una reunión entre amigos, donde la preciosa voz de esta mujer cantándonos hacía del momento algo mágico y especial.
Después llegaría Con solo una mirada, otra de las canciones recuperadas de años atrás que no podía faltarle a la noche, quedando irremediablemente bonita.
Otro tema rescatado de su época con Tisuby y en su día bastante rockero, llegaba sonando con sencillez y de una manera preciosa: Ruleta del amor, mostrando de nuevo un buen gusto interpretativo.
Se escucharon además canciones de su anterior disco como Ana, Vértigo o Rara. Nadie en la sala parecía resistirse a corear alguna de las estrofas, a estas alturas del concierto no había ninguna duda de que se las sabían. También otra de las nuevas dedicada a su mejor amiga, en este caso su madre María, a la que sin tenerla delante la conocimos desde las palabras de cariño y admiración que le profesaba la cantante. Y con Cero llegaría el mantra personal con el que repetir: ‘sé que estaré bien’.
El público disfrutaba y la artista estuvo en todo momento atenta de que así fuera, de forma natural y compartida, haciéndolo partícipe de cada canción y cada historia. La buena energía siguió fluyendo de la mano de temas como Bésame, compuesta para su ‘pechugo’ como llama a su pareja, o con No te acostumbres o Supermujer, ya de los últimos temas que tocaría.
La encargada de cerrar el repertorio sería Que corra el aire, aunque nos resistiéramos a dejarla ir. Esa noche nos daba la bienvenida a su habitación, dentro de la sala El Veintiuno: su casa, la nuestra, y un lugar donde siempre poder volver. La magia de esta sala junto al brillo de Georgina lograron una perfecta velada.
Texto: Lorena GB