El Veintiuno nos tenía preparada para el ecuador de su 7º aniversario una noche inolvidable. La sala hizo que nos encontrásemos por primera vez sobre su escenario un piano de cola y a una Maika Makovski sola ante el peligro pero sin nada que temer. Volvía sin banda después de 4 años y repitiendo de nuevo para el aniversario.
Comenzó dedicándonos una sonrisa y ya con guitarra en mano hizo el primer regalo de la noche con Canadá, la primera canción de su último disco Chinook Wind. Bastó poco para saber que estábamos frente a una artista mayúscula. Rostros sorprendidos y gestos de declarada admiración auguraban que esa voz y potencia interpretativa iban a traspasar el escenario para dejarnos sin aliento.
La siguiente canción vendría acompañada del piano, donde dejaba claro que juntos formaban un binomio perfecto. No sin antes dar las buenas noches y recalcar sus ganas de tocar en ambientes como este, salas y bares impregnados de otros olores y sensaciones propias. Hemos de recordar su paso en mayor medida por teatros en su gira actual. I want to cry sonaba nota a nota entrelazándose y viajando hacia lugares desconocidos, nos hacía cómplices de sus historias, al igual que en downtown donde podíamos percibir su intensidad y determinación con la que lo interpretaba a piano y voz.
Su magnetismo era evidente. Tenía a un público embelesado y rendido a su talento. Desprendía una fuerza extraordinaria sobre el escenario y sabía proyectarla pero que muy bien.
Desbordantes de sentimiento y fluyendo con fuerza sonaron temas como Body e Iron Bells. También presenciamos la belleza de Not in love, otro de los temas que sonó de su último disco. Canciones a piano y a la guitarra las combinaba con gran naturalidad y seguridad, entremezclando ciertos momentos con risas y alguna que otra historia que hacía de la velada un lugar cómodo y de total disfrute.
Y es que no podemos dejar de lado que parte de la magia y buena energía que se crea entre ambos lados del escenario son fruto de la sala en la que nos encontrábamos. En El Veintiuno te sientes a gusto, como en casa y se logra esa cercanía y conexión con el artista tan importante en un concierto.
Sonidos pop, rock, folk se sucedían en el repertorio, temas de anteriores discos como Language, Lava Love… pero no nos confundamos, encasillarla en un estilo sería un error. Esta cantautora mallorquina de raíces macedonias y andaluzas tiene personalidad y mucha honestidad interpretativa.
Como colofón de la noche, Makovski para los bises se tomó el atrevimiento de interpretar dos versiones muy dispares entre sí pero muy acertadas, que una vez más mostraron la versatilidad de la artista. Los Aceituneros de Marifé de Triana, donde hacía un guiño a sus raíces andaluzas y China Girl de Bowie, todo un homenaje a uno de los grandes. Un punto y final a una delicia de show, de los de saborear y que te llenan de sensaciones.
Sencillamente hay conciertos que te alegran la vida, y nuestro mejor regalo es poder compartir tan gratos momentos musicales en El Veintiuno. ¡Feliz aniversario!
Texto: Lore GB
Imagen: Marina Gil