Sentimientos envueltos en autotune

Alice Wonder ofreció una extraordinaria exhibición vocal en El Veintiuno

Es increíble la cantidad de mujeres que están haciendo posible que el panorama musical español sea cada vez más excitante y diverso. La madrileña Alicia Climent -que es quien se esconde tras el muy lewiscarrolliano nombre de Alice Wonder- es una de esas mujeres. Por la edad que tiene forma parte de la Generación Z. Pero si bien posee rasgos que le conectan a dicha generación (es muy ecléctica en sus gustos, no tiene prejuicios a la hora de mezclar influencias distintas e incluso opuestas), lo cierto es que muestra una madurez sorprendente si se tiene en cuenta que solo tiene 25 años.

Y a pesar de su juventud, ya ha editado dos álbumes, ha recorrido España con la banda de Xoel López y ha grabado con artistas tan diferentes como pueden ser Pedro Guerra y Rayden. Además, en su pedigrí musical también cuenta el hecho de ser hija de Marta Barriuso, la cantante de Magenta, trío femenino de electropop al que produjo Nacho Cano y que exhibía una personalidad original y muy poco común, algo que comparte también Alice Wonder.

Y es que esta madrileña posee un impresionante registro vocal, que va del tono más grave al más agudo en cuestión de segundos. Una voz quebradiza y doliente que es capaz tanto de servir de bálsamo como de parecer que en cualquier momento podría romperse en mil pedazos. Una voz con un atractivo punto andrógino —en alguna ocasión ha declarado que de pequeña sufría disforia de género-, con la que seduce a un público embrujado por su ingenua simpatía y su tremenda personalidad.

A veces se pone demasiado intensa y estaría bien que aportara un poco más de creatividad a unas letras que a menudo caen en el círculo vicioso del amor y el desamor (¡como si no hubiera otros temas!), pero por otro lado es obligado constatar que esta mujer tiene un enorme talento como compositora y suficientes atributos como para salirse de lo trillado y aportar originalidad y singularidad a una propuesta con mucho futuro por delante.

Ésta era la tercera vez que visitaba la capital oscense. La primera fue en formato trío en El Veintiuno. Después actuó en solitario en el Matadero en plena pandemia. Y en esta tercera ocasión volvía sola a El Veintiuno, con la única compañía de su guitarra, un teclado y su excepcional voz, que a veces puede recordar a Tracy Chapman, pero también a PJ Harvey, a Tori Amos o Fiona Apple. Una voz que sirve de vehículo a emociones y sentimientos envueltos a menudo en autotune. Y es que, aunque está claro que no lo necesita, le gusta jugar con sus efectos y sus posibilidades.

Apareció sobre el escenario con una camiseta del grupo finlandés de metal sinfónico Nightwish y, con su guitarra, inició su actuación con The world is changing (me), único tema en inglés de la noche, perteneciente a su primer álbum, Firekid. Siguió después en el teclado’con Corazón mármol y No te vayas, triste y (re)sentida balada dedicada a su ex. El autotune siguió campando a sus anchas en el más pop Sueño raro y en La locura, canción con cierto deje latino y leve rítmo de reguetón. No en vano, ella se ha declarado fan de Bad Bunny.

Volvió a la guitarra para interpretar Por si apareces (canción de amor en la que canta un oportuno “esta guerra pide paz”), el aire de blues de O y uno de sus nuevos temas, titulado Ali despierta, en la línea de Arlo Parks y otras cantautoras británicas. De nuevo en el teclado, cantó otro de sus temas nuevos, con un punto aflamencado y un atractivo aire español. Siguió con Yo quisiera, el magnífico tema con el que participó en el Festival de Benidorm. Y llegó al final del concierto con Que se joda todo lo demás (que da título a su segundo álbum) y con otra canción nueva, La droga más suave del mundo, con madera de auténtico hit, que ella definió como el hijo de Nochentera deVicco y la banda sonora de Crepúsculo (¡gran definición!) y de la que avanzó que está preparando un remix en clave de hard techno.

Con el público totalmente ganado para su causa, ofreció después una propina en la que realizó una interpretación sencilla e íntima de Bajo la piel y el muy bailable Quién soy, que en el disco suena a ritmo house y aquí lo hizo envuelto en generosas dosis de autotune. Está claro, esta mujer puede llegar lejos.

Texto: Luis Lles

Fuente: Diario del AltoAragón

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