La patria es el amor

Delafé ofreció su romántico pop-rap en El Veintiuno

Cuando hace veinte años se dieron a conocer Facto, Delafé su y las Flores a Azules, su propuesta constituyó una aportación fresca y original al panorama musical español gracias a su peculiar combinación del indie pop y rap, una línea por la que también apostaba Carlos Sadness en su primera etapa como Shinoflow.

Después, la salida de Marc Barrachina del trío dejaría su nombre reducido a Delafé y las Flores Azules. Y más adelante la marcha de la actriz y cantante Helena Miquel dejaría solo a Óscar D’Aniello al frente de una aventura cuyo nombre se quedó en Delafé.

Y así, como Delafé, se presentó el sábado en El Veintiuno precisamente este artista ítalo-catalán cuya especialidad son los versos recitados en formato pop. Tiene algo de rap y tiene algo de spoken word, pero no es ni una cosa ni otra y es un poco todo a la vez.

Por otro lado, como millennial que es, pertenece a la generación indie. Y no solo por edad, sino también por la temática de sus canciones, que no es otra que el amor, el amor… y a veces el desamor. Unos textos cuyo acendrado romanticismo en más de una ocasión cruzan la fina línea que separa lo poético de lo cursi.

En su primera visita a la capital oscense, Delafé tuvo el buen gusto de venir acompañado por Andrea Mir, una artista procedente del campo del jazz y el soul, que ha publicado dos notables álbumes, Arribes tard y Alas y garras, en los que además de mostrar su privilegiada voz, también deja claro su gusto por la experimentación.

Respaldó muy bien en su concierto a un Óscar D’Aniello que salió al escenario enfundado en una camiseta de la firma oscense Carita Bonita que hacía referencia a su canción Lo más bonito del mundo.

Arrancó la actuación con su tema Días y días, y continuó después interpretando otros como La luz de la mañana (de la etapa Facto Delafé y las Flores Azules) o Patria mía, tema en clave de spoken word (recitado más que rapeado) que en el disco interpreta con Soleá Morente y que ha motivado el titular de esta crónica, porque en su interpretación espetó precisamente esa frase de La patria es el amor, dedicada a su mujer, Patricia.

Mostrando constantemente un exacerbado sentido del humor, se inventó una historia sobre una novia de Huesca que le destrozó el corazón, para después cantar Mixtape, en cuya melodía indie incrusta referencias a grupos como  Pixies, Yo La Tengo, Pulp o los Planetas.

Siguió más tarde con otros temas, como Mucho mucho mucho y La gran ola, mientras un público entusiasmado coreaba sus canciones y reía con sus bromas.

Tras repartir unas canicas entre la gente, interpretó uno de sus temas más conocidos, Lo más bonito del mundo, que posee la misma cadencia que el Walk on the wild side de Lou Reed, y de hecho termina con su célebre estribillo. Es, por cierto, un soniquete que se percibe en varias de sus canciones.

Dejó para la recta final del concierto las viejas canciones de Facto Delafé y las Flores Azules, como Mar el poder del mar, Enero en la playa (otro de sus temas en clave de puro spoken word) y dos de sus temas más groovies y hedonistas, El indio (que le llevó a evocar sus primeros tiempos cuando enviaba maquetas al programa de Julio Ruiz en Radio 3) o Espíritu santo, antes del cual mantuvo un divertido diálogo con un espectador que había acudido con sus hijas al concierto.

El colofón lo puso Volvemos a empezar de cero, tema en el que brilló especialmente la tonalidad soul de la voz de Andrea Mir, que, como ha quedado ya dicho, respaldó estupendamente bien  a Óscar D’Aniello en su primera visita a El Veintiuno, al que dedicó todo tipo de loas. Se notaba que había estado muy a gusto.

Y para refrendar el carácter hedonista de la velada, una sesión del dúo Pon la última DJs puso el broche a la noche.

Texto: Luis Lles

Fuente: Diario del AltoAragón

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